Después de intentar, en vano, subir a uno de los pocos vuelos humanitarios organizados por el consulado colombiano, finalmente conseguí coger uno de los primeros vuelos de Madrid a Bogotá el 19 de noviembre.
Después de 8 meses “encerrado” no me parecía cierto que pudiera volver a Colombia. La pandemia y el consiguiente encierro cambiaron radicalmente los hábitos de todos, además de dejarnos sin dinero. Pienso en toda la gente del mundo que no tiene un trabajo fijo o que es independiente como yo y me doy cuenta de que nada es lo mismo que antes. No sé qué me espera cuando llegue. Por supuesto, tomo todas las precauciones necesarias. Máscaras, gel para manos y gafas protectoras.
Después de unos días para recuperarnos del jet-lag empezamos a rodar por Bogotá y me las arreglo para tomar algunas buenas fotos con mi YashikaG que prácticamente no había usado durante todos los meses de aislamiento. Es un sentimiento hermoso, soy, de nuevo, libre.
Durante todo este tiempo en España deseaba poder ir a ver el desierto de Tatacoa y por eso decidimos tomar un autobús y ir allí.
Hay muy pocos viajeros y casi ningún turista en el autobús. Durante el largo viaje de Bogotá a Neiva vemos cómo el paisaje cambia abruptamente.
Cuando bajamos del autobús nos golpea una tremenda ola de calor que nos deja sin aliento, pero es un calor seco como el que sentimos en Marruecos a las puertas del Sahara. Estamos cerca del desierto. En Neiva contratamos un transporte en moto para llegar a Tatacoa. El viaje es de unos cien kilómetros.
En este desierto silencioso, inhóspito y misterioso casi parece que estamos en un escenario post-apocalíptico o hemos aterrizado en otro planeta, completamente desolado e infinito con torres de tierra erosionados por el viento, que se elevan al cielo y se extiende hasta el horizonte, sin embargo parece que hace 65 millones de años este era un pantano prehistórico rico en fauna y flora. Aquí vivían tortugas gigantes, perezosos gigantes y enormes caimanes.
¡Es hermoso! Estamos extasiados.
Después de todos estos tristes meses, hay buenas noticias: PUEDES VIAJAR NUEVAMENTE.
El Desierto de la Tatacoa es la segunda zona árida más extensa de Colombia después de la Península de La Guajira. Es uno de los escenarios naturales más atractivos de Colombia, de tierra de color ocre y gris con pincelazos del verde de los cactus. El Desierto de la Tatacoa tiene dos colores característicos: ocre en el sector del Cuzco y gris en la zona de Los Hoyos.
La Tatacoa o el Valle de las Tristezas, como lo llamó en 1538 el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, por los rastros de deterioro que notó en su territorio, no es justamente un desierto, sino un bosque seco tropical. Su nombre “Tatacoa” también se lo atribuyeron los españoles, refiriéndose a la serpiente cascabel y no, como se podría pensar, a las culebras inofensivas de color negro. Como lo revelan los científicos, La Tatacoa, durante el Período terciario, fue un jardín con miles de flores y árboles que poco a poco se fue secando hasta convertirse en un desierto.
Esta región semiárida que se encuentra localizada al norte del Departamento del Huila, a 38 kilómetros de la ciudad de Neiva y a 10 kilómetros de Natagaima en el Tolima. El desierto de la Tatacoa es un rico yacimiento de fósiles y gran destino turístico.
Algunas direcciones:
Transporte bus Transhuila hacia y desde Neiva – Bogota 50.000 pesos
Nos quedamos en el hotel khalifa Cra. 6 #8-76, Neiva, Huila Precio 50.000 pesos / la noche
Transporte naveta hacia y desde Neiva – Villavieja 10.000 pesos
Nos quedamos en el Hospedaje Sol Del Desierto 118 Calle 5, 411020 Villavieja, Huila Precio 45.000 pesos / la noche
Transporte trimotor hacia y desde Villavieja – desierto Tatacoa 50.000 pesos
PHOTOGRAPHER: Juan Pablo Majo @joma.juan.pablo